Estoy por terminar ahogandome en mi propia arrogancia. Porque han pisado mi orgullo y lo están llenando de un amor puro impropio.
Dicen que los de mi especie esta prohibido conjugar la palabra amor con un ser mortal, y lo de su especie esta prohibido conjugar la palabra amor con un ser igual. ¿Podría haber un Dios tan egoísta que prohíba entre sus creaciones experimentar y vivir la conjugación de un amor tan puro?.
Dicen que los de mi especie carecen de temperatura corporal; dicen que nunca padecen de sed y mucho menos conocerá algún día el significado del hambre. Y lo de su especie no puede existir sino alimenta y da de beber a su carne.
Mis ojos negros, reflejo de la oculta justicia divina del que me envió. Cuerpo mortal que al amor inspira y al oculto dentro de mi ser, anima en su contenedor.
No todos los seres en su clasificacion, del creador son serviciales pero hay que dar la vida por los que lo son, hay algunos que tienen el corazón frío como yo, y una energia negra, siniestra que emana el ser que habita dentro del contenedor. Pero como el contenedor y su inquilino sufren en su más oscura y solitaria soledad, por amores prohibidos y van caminando tras su destrucción.
Dicen que hay seres enviados entre nosotros, que recorren juntos, a la par, cuidandonos. Cuidando nuestras vidas para lograr nuestros propósitos a los que fuimos designados.
Caído y un ser humano, perdidos, son también hijos del creador, que se entregan a todo lo que les esta prohibido, desafiando a su único Dios verdadero. Que sus infierno, es el presente y que esta disfrazado de amor, enamorarse de lo prohibido.
Pálidos y lóbregos seres que observan a la luna por su perdida ilusión, uno se oculta a traves de su venda negra en sus ojos y el otro dentro de èl. Una perfecta e impía comunión.
El fino polvo de la calle se levanta hasta la luna, la luz de la luna me atraviesa, la nostalgia de mi caído es tan fuerte que me inunda, nuestro sufrimiento y dolor va al compás del rocío de la noche.
Ya ninguno de ellos escucha la voz de sus propias especies pidiendo auxilio, ya ninguno de ellos es sensible al sufrimiento.
El caido es transparente de los pies a la cabeza, llevan tatuado lo divino, porta todavía en su más remoto interior, el amor a su Padre.
No conozco a nadie, aún, que conozca a un caido como Yo; que no haya tenido cicatrices en su existencia, y hasta en su mirada lleva clavadas las penas que les dejaron los humanos.
Pobres seres, de mirada pura, tan ciegos e impotentes ante el poder del creador.
Lo alle al ser humano tirado en mitad de su amplia cama, de sus ojos brotaban lagrimas, lo abrace para protegerlo de su sufrimiento, lo curé, me bebí sus lagrimas y me hizo sentir emociones y sentimientos jamás vividos.
Un halo de tristeza rodea a mi humano, el contenedor, le pinte en mi rostro una mueca y le saco una sonrisa. Mi humano, aún, no sabe distinguir entre mi presencia y la de su especie.
Hay dos seres que están triste y solos, pero juntos. También unidos con su única espina, la del amor, pero cada uno con sus amores prohibidos. ¿Quién dijo que el amor no mata?.
Conocí humanos como caidos buenos y malos que son seres infinitamente bellos los unos como los otros, pero dicen cada cosas de cada especie, pero ¿cómo distinguir entre las dos especies?, si estuviera aquí mi humano con sus ojos vendados de negro él lo haría. Y si saldria mi caído dentro de mi, él lo haría.
Pero en mi agonizante vida, luego de algunos sucesos, aprendí a reconocer a los caídos, aprendí a distinguirlos de entre los demás seres, ellos no te salvarán, pero tal vez te harán justicia, si se lo permiten. Los caídos saben que muchas cosas dependen de una sonrisa, muchos mal gastan su tiempo por ahí obsequiando consuelo, conquistan a humanos sin sueños con su tierna y pura mirada.
Ya he encontrado varios humanos solicitando una gota de amor y he visto como son egoístas con su amor, ahora temen ir a para al mismo lugar que aquél caido que se suicidó.
Una voz, la Voz, ya avanzado de edad; lo se por su forma de hablar, moribundo se aferra a la vida, no quiere dejar de ser parte de mi, dice que le gusta la tierra y mi existencia, dice que no quiere dejarme, que sufre verme perdido, sin rumbo. Él va a morir si yo dejo de respirar, pero para mi lo dice para que siga con vida. Se perfectamente que también habla con mi caído y que le ofrece consuelo, esta pendiente a que no me traicione o se desvie de su tarea.
Ahora es la hora en que decida y yo estoy rodeado de caidos buenos, malos, ciegos, locos, felices y tristes que me observan dia y noche; no pueden cruzar una linea que no se quien trazo a mi alrededor. Dos alados, uno mira de arriba estudiando los alrededores y el otro aparece y desaparece muy cerca de mí. Una figura de un ciervo negro con ojos de fuego, que siempre esta detrás de mí, se mueve si me muevo, nunca me deja sólo, ataca a quien se me arrime; menos a los otros cinco. El otro es idéntico a mí, pero siempre anda dando vuelta al mundo, sólo aparece cuando necesita una autorización y se va con una espada que sale de mi mano si la extiendo con la palma arriba. Pero no me gusta porque siempre al otro día pasa algo muy malo en alguna parte de la tierra (Desastres naturales). Y el otro no se quien es, pero es un humano a quién conozco y a su caído.
Y por último a mi moribunda voz que no es de aquí, sino del universo, que vino a la tierra a cumplir con su misión y se va cuando me muera a ocupar de nuevo el lado izquierdo del trono, de donde vino.
Esteban Crespo Almara.
Dicen que los de mi especie esta prohibido conjugar la palabra amor con un ser mortal, y lo de su especie esta prohibido conjugar la palabra amor con un ser igual. ¿Podría haber un Dios tan egoísta que prohíba entre sus creaciones experimentar y vivir la conjugación de un amor tan puro?.
Dicen que los de mi especie carecen de temperatura corporal; dicen que nunca padecen de sed y mucho menos conocerá algún día el significado del hambre. Y lo de su especie no puede existir sino alimenta y da de beber a su carne.
Mis ojos negros, reflejo de la oculta justicia divina del que me envió. Cuerpo mortal que al amor inspira y al oculto dentro de mi ser, anima en su contenedor.
No todos los seres en su clasificacion, del creador son serviciales pero hay que dar la vida por los que lo son, hay algunos que tienen el corazón frío como yo, y una energia negra, siniestra que emana el ser que habita dentro del contenedor. Pero como el contenedor y su inquilino sufren en su más oscura y solitaria soledad, por amores prohibidos y van caminando tras su destrucción.
Dicen que hay seres enviados entre nosotros, que recorren juntos, a la par, cuidandonos. Cuidando nuestras vidas para lograr nuestros propósitos a los que fuimos designados.
Caído y un ser humano, perdidos, son también hijos del creador, que se entregan a todo lo que les esta prohibido, desafiando a su único Dios verdadero. Que sus infierno, es el presente y que esta disfrazado de amor, enamorarse de lo prohibido.
Pálidos y lóbregos seres que observan a la luna por su perdida ilusión, uno se oculta a traves de su venda negra en sus ojos y el otro dentro de èl. Una perfecta e impía comunión.
El fino polvo de la calle se levanta hasta la luna, la luz de la luna me atraviesa, la nostalgia de mi caído es tan fuerte que me inunda, nuestro sufrimiento y dolor va al compás del rocío de la noche.
Ya ninguno de ellos escucha la voz de sus propias especies pidiendo auxilio, ya ninguno de ellos es sensible al sufrimiento.
El caido es transparente de los pies a la cabeza, llevan tatuado lo divino, porta todavía en su más remoto interior, el amor a su Padre.
No conozco a nadie, aún, que conozca a un caido como Yo; que no haya tenido cicatrices en su existencia, y hasta en su mirada lleva clavadas las penas que les dejaron los humanos.
Pobres seres, de mirada pura, tan ciegos e impotentes ante el poder del creador.
Lo alle al ser humano tirado en mitad de su amplia cama, de sus ojos brotaban lagrimas, lo abrace para protegerlo de su sufrimiento, lo curé, me bebí sus lagrimas y me hizo sentir emociones y sentimientos jamás vividos.
Un halo de tristeza rodea a mi humano, el contenedor, le pinte en mi rostro una mueca y le saco una sonrisa. Mi humano, aún, no sabe distinguir entre mi presencia y la de su especie.
Hay dos seres que están triste y solos, pero juntos. También unidos con su única espina, la del amor, pero cada uno con sus amores prohibidos. ¿Quién dijo que el amor no mata?.
Conocí humanos como caidos buenos y malos que son seres infinitamente bellos los unos como los otros, pero dicen cada cosas de cada especie, pero ¿cómo distinguir entre las dos especies?, si estuviera aquí mi humano con sus ojos vendados de negro él lo haría. Y si saldria mi caído dentro de mi, él lo haría.
Pero en mi agonizante vida, luego de algunos sucesos, aprendí a reconocer a los caídos, aprendí a distinguirlos de entre los demás seres, ellos no te salvarán, pero tal vez te harán justicia, si se lo permiten. Los caídos saben que muchas cosas dependen de una sonrisa, muchos mal gastan su tiempo por ahí obsequiando consuelo, conquistan a humanos sin sueños con su tierna y pura mirada.
Ya he encontrado varios humanos solicitando una gota de amor y he visto como son egoístas con su amor, ahora temen ir a para al mismo lugar que aquél caido que se suicidó.
Una voz, la Voz, ya avanzado de edad; lo se por su forma de hablar, moribundo se aferra a la vida, no quiere dejar de ser parte de mi, dice que le gusta la tierra y mi existencia, dice que no quiere dejarme, que sufre verme perdido, sin rumbo. Él va a morir si yo dejo de respirar, pero para mi lo dice para que siga con vida. Se perfectamente que también habla con mi caído y que le ofrece consuelo, esta pendiente a que no me traicione o se desvie de su tarea.
Ahora es la hora en que decida y yo estoy rodeado de caidos buenos, malos, ciegos, locos, felices y tristes que me observan dia y noche; no pueden cruzar una linea que no se quien trazo a mi alrededor. Dos alados, uno mira de arriba estudiando los alrededores y el otro aparece y desaparece muy cerca de mí. Una figura de un ciervo negro con ojos de fuego, que siempre esta detrás de mí, se mueve si me muevo, nunca me deja sólo, ataca a quien se me arrime; menos a los otros cinco. El otro es idéntico a mí, pero siempre anda dando vuelta al mundo, sólo aparece cuando necesita una autorización y se va con una espada que sale de mi mano si la extiendo con la palma arriba. Pero no me gusta porque siempre al otro día pasa algo muy malo en alguna parte de la tierra (Desastres naturales). Y el otro no se quien es, pero es un humano a quién conozco y a su caído.
Y por último a mi moribunda voz que no es de aquí, sino del universo, que vino a la tierra a cumplir con su misión y se va cuando me muera a ocupar de nuevo el lado izquierdo del trono, de donde vino.
Esteban Crespo Almara.
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