Establecer un vínculo de apego entre madre e hijo en los primeros momentos de la vida de tu bebé es fundamental, de hecho me atrevería a decir "vital". No hay que descuidar los pequeños detalles que durante esta etapa son los que van forjando una construcción sana del autoconcepto, autoestima y seguridad.
Si hay anomalías en esta fase, pueden aparecer problemas de desarrollo y conducta más tarde. Algunos trastornos que se presentan en la vida adulta pueden tener sus raíces en este tipo de vinculaciones defectuosas realizadas durante los primeros seis meses de vida. Por tanto, no solo es necesario realizar los cuidados relacionados con el bienestar físico (comida, abrigo, aseo, limpieza o descanso) sino que también involucra los estímulos afectivos benignos o positivos.
Estos estímulos están muy relacionados con la comunicación no verbal, ya que son aquellos que nacen innatamente del deseo de amar a esa nueva criatura. Tienen que ver con el tono de voz dulce y suave, las sonrisas, caricias y abrazos, y la mirada constante a los ojos del otro.
Los bebés aprenden a reconocer el rostro de su madre en la lactancia. Alimentarse y mirar el rostro de la madre les permite crear esa relación de unidad en donde la madre le refleja lo que él le significa. La mirada que tiene lugar como parte de la función materna es el primer espejo en donde el niño empieza a diferenciarse y a reaccionar ante el otro, pues se percata de la respuesta que genera su presencia en el otro; de ahí la importancia de retribuir los constantes gestos, movimientos y sonidos que emite el pequeño, pues es el momento que se a descubrir como persona.
Lamentablemente, hoy en día las madres tienen sumamente limitadas las posibilidades de brindar este tipo de vinculación con sus bebés, o bien son desconocedoras de la importancia de ‘mirarlo’ y trasmitirle seguridad y tranquilidad. Asumen la lactancia garantizándose sólo el alimento. Por ejemplo, mientras se da el pecho se suele conversar por teléfono, revisar Facebook, leer el periódico… Su atención está en otras cosas.
En ocasiones, también se asume la lactancia como el derecho de la madre a amamantar, sumiendo una postura de triunfo a favor de las mujeres cuando en el ámbito social se les permite o facilita espacios para realizarlo cómodamente en público sin censura alguna. En ambos casos es de recordar que no se puede caer en el error de asumirlo solo como derecho de las madres, es el derecho del niño a ser mirado, consentido, atendido, sentido mientras se está alimentando.
Es importante mencionar que por razones biológicas las madres suelen tenerlo más fácil a la hora de lograr una mayor vinculación emocional con el bebé y cumplen con la función materna de forma más espontánea. No obstante, la función materna puede ser asumida por cualquier persona que tenga la disposición y competencias afectivas necesarias para demostrar afecto.
Esteban Crespo Almara.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario